Por: Granscort´s
Nuestro mundo ha cambiado a lo largo de miles de años, según diferentes teorías los seres humanos procedemos entre otras de la creación de un ser divino, misma que es muy aceptada por las comunidades cristianas y que puede referirse a los relatos bíblicos del génesis, otra surgida en sus orígenes por la ciencias naturales plante que los seres humanos procederemos de una gran cadena evolutiva que surgió hace millones de años y que sustentó en su momento el evolucionista ingles Carlos Darwin en el siglo XIX, así también otros relatos de nuestra propia cultura en México como por ejemplo el de los Aztecas que plantearon que el Dios Quetzalcóatl (serpiente emplumada) creo al hombre después de múltiples intentos.
Ese ser humano y en uso de su entendimiento ha transformado su propio entorno y ha construidos nuevas formas de interactuar socialmente a lo largo de cientos de años; sin duda, somos seres vivos con una gran capacidad de razonamiento e inventiva que quizá en esa escala evolutiva ha alcanzado sus más grandes logros como la construcción y comunicaciones de la más diversa índole que hoy día son imponentes tales como las megaciudades de Dubái en oriente medio y New York en los Estados Unidos y sus tecnologías digitales que en el albor del siglo XXI han avanzado a pasos agigantados para seguir transformado sobremanera las interacciones sociales, culturales y económicas de todas las sociedades.
Sin embargo, como seres vivos seguimos sujetos a las propias condiciones del medio ambiente en que interactuamos y continuamos teniendo las mismas necesidades básicas que nuestros propios ancestros tales como: dormir, respirar y descansar entro otras[1] además de otras necesidades que pensamos que nos pueden hacer felices, para ello debemos sentirnos también seguros como quizá en su momento el hombre de las cavernas en el pasado que debió resguardarse de otros depredadores y de las inclemencias del tiempo; hoy en día nuestra seguridad pasa por cuidarnos de otros seres humanos que asumen conductas anómalas y que hemos asumido como delictivas las cuales pueden dañar a nuestra persona y a nuestra propiedad, así también, asumimos un sentido de seguridad cuando tenemos trabajo y una vivienda que nos permita el sustento y el refugio cotidiano necesarios para nuestra subsistencia.
El año 2020 de nuestra era por el cual atravesamos como en una gran tormenta ha venido a refrescar lo que ya sabemos pero que parece hemos olvidado o dejado de lado, “somos seres vivos” y por tanto muy vulnerables, con una vida finita; así en nuestro país la esperanza de vida es de 75 años aproximadamente, pero eso comienza a ser quimérico en cuanto estamos siendo presa de la pandemia que no discrimina y que se ha denominado como COVID 19 surgida en la ciudad de Wuhan en China a finales de 2019 y que ya se ha diseminado por todas las latitudes generando zozobra e incertidumbre a nivel mundial por las consecuencias latentes e inmediatas que ya ocasiona “en perjuicio” del mundo que hoy conocemos y de la sociedad en la que vivimos. Paulatinamente en la cuarentena que los ciudadanos se han visto a cumplir en cada país ya sea de forma voluntaria o impuesta para permanecer en sus hogares muestra visos de un nuevo despertar y de la toma de conciencia respecto de nuestro entorno natural y el mundo en que vivimos, asimismo de los valores individuales y egoístas que nos fueron impuestos en una lógica de mercado capitalista que nos vendió la idea de la felicidad en base al consumo un tanto irracional e inmediato al que podían acceder por quienes pudieran pagarlo. Los sistemas de salud en muchas regiones de la tierra se han visto rebasado por el crecimiento exponencial de los contagios generado por dicho virus que ya deja miles de muertes, es por ello que es necesario que la propia sociedad tome mayor conciencia de que los recursos nunca serán suficientes para atender situaciones de contingencia o de emergencia en salud cuando la debilidad del sistema inmunológico del ser humano se debilita o no es capaz de responder adecuadamente por diversas razones.
Es tiempo de una mayor solidaridad y empatía con los trabajadores de la salud quienes arriesgando su propia vida están hoy en la primera línea de combate contra la pandemia en los centros de atención y hospitales de todos los niveles; es momento de pensar en las personas y vislumbrar una mayor inversión de recursos públicos a la salud, educación y cuidado del medio ambiente. Pero más importante aún es que tomemos conciencia de que si no actuamos con responsabilidad, solidaridad y compromiso con nosotros mismos y nuestro entorno natural estaremos muy pronto condenados a poner en un riesgo mayor a nuestra propia subsistencia como especie humana en éste planeta.
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