ARENA POLÍTICA

HONRO A MI HERMANO GERARDO

 Por: Mario CASTELLANOS ALCAZAR

El reconocimiento a un hermano del alma, que llevo dentro, con el más digno y merecido honor, es de vital importancia para valorar sus principios y valores, que, de no abrazarlos, corren el riego de ser pulverizados: el amor de su vida terrenal- y ahora- la espiritual.

Hago pleno reconocimiento y valoro su vida, sus principios e ideales, de Gerardo Castellanos Alcázar y su esposa, Ciria Jiménez, fallecidos, en marzo del año 2021, por los embates de la pandemia, un matrimonio ejemplar para el bienestar de la familia, pero, sobre todo, por su legado y su gran aporte a la sociedad, por el solo hecho de sembrar la fidelidad que lo prodiga, aun en el universo de las estrellas titilantes a su lado.

El sosiego, la prudencia y la lealtad a la dignidad humana, por su forma de llevar una vida sana, siempre, por el bienestar, apegado en la fe y la integración de una familia, que, es un paradigma, de amor y sin barreras.

Principios, que hoy deben defenderse y perpetuarse en cada uno de sus inmediatos descendientes, al pie de la letra, pues de no ser así, estaríamos fuera de la norma, es más, profanaríamos sus virtudes, su fe y su religión, cuando se pretenda brincar, el uno por encima del otro.

Eso no puede ser, por tanto, cuidemos al árbol genealógico, como un solo tronco, sin pensar en herir a la raíz, que nos dio la misma oportunidad de vida; a la vez pongamos por encima de todo, la gloria del Señor, que dio la vida eterna a nuestro hermano, o más bien, al matrimonio, amado y reconocido por su buena fortuna, al llegar al cielo de los espíritus divinos.

Por encima de lo material esta la teología: el tratado de Dios. No hay más remedio, que conservar el tesoro del humanismo, si todos, los hijos del espíritu Santo, somos cortados con la mima tijera y procedemos de la misma placeta terrenal, que no es más, que la naturaleza de nuestros progenitores.

Es más, por nuestras venas corre la misma sangre y los mismos genes, en los hijos, que deben ser fieles corderos, obedientes, para seguir los mismos senderos de nuestros padres, que se adelantaron – y por supuesto, dieron la vida a los retoños, que se asoman, ávidos, de seguir la misma sintonía o alejarse de la realidad.

Caer en la ambición desmedida sería tanto como defraudar a los ángeles, que partieron a su nicho divino, si el suelo es tan parejo para comulgar en la equidad de los bienes consagrados por la voluntad del reino celestial. 

La verdad, por encima de todo, antes de formar cercos, que nos atajan de la luz de la conciencia, la luz de la esperanza, la creación de buenos hombres, apegados a los cánones de hijos de buena fe, para compartir, lo que Dios nos ha dejado, el júbilo de nuestros progenitores. Su vida misma, a la que debemos honrar con los sacramentos diocesanos. 

 Romper con dichas virtudes, es hacer trizas, el corazón de los seres amados. Tengamos el corazón templado para gozar la vida entre hermanos, creadores y familiares, respetando la herencia terrenal y espiritual, la vida misma, sus hábitos, sus costumbres, pero más que todo, sus sentimientos. 

Que cada uno, disfrute de las mismas mieles, en la buenas y en las malas, para decir airosos, “que hemos aprendido a venerar al ser humano, llevando consigo, la fraternidad, que nos puede caracterizar hasta el final de la aventura”.

Siento mucho la partida de Gerardo, mi hermano del alma, que, con su esposa, Ciria, seguramente, están en el manto divino del redentor, pero por supuesto, que los llevo dentro- y no perderé la oportunidad para gozarlo en los confines siderales.

¡Que, si lo siento!, ¡los siento!, por sus grandes virtudes, porque en la infancia jugamos juntos, comimos en la misma mesa al ras del suelo y dormíamos en el mismo petate pulguiento, nos cubríamos con la misma cobija vieja, en el mismo techo, en la misma tejavana, en el mismo patio, aunque con pobreza y carencia de recursos, salimos adelante. El un respetado Ingeniero Civil de profesión al servicio de la Secretaría de Salud.

Llevamos la misma sintonía de nuestros padres: Paula y Herminio, la misma doctrina, la misma iglesia, la educación, las mismas tradiciones, el mismo esfuerzo y sacrificio. “Nos cortaron del mismo ombligo”. Llevamos la misma consanguinidad de los abuelos, que dieron su vida, por salvar a sus sucesores. Nos dejaron la mística de la fraternidad

Entonces, los herederos de la raza no tienen por qué ser diferentes. “no hay rabones ni coludos”. Todos somos iguales ante la viña del Señor. Unidos honraremos a nuestros padres, disgregados llegaremos al fracaso. Cada uno en su espacio concedido. En su vida propia.

Honro con señorío a mi hermano tan querido. En paz descanse, Gerardo y Ciria. 

               carloscastellanos52@hotmail.com

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