EL ZUMBIDO DEL MOSCARDÓN

MÉXICO, ¿UN ESTADO MENTAL?

Por: Alejandro Leyva Aguilar

Me dijeron que hubo dos manifestaciones de la clase media muy importantes este fin de semana que pasó, una en el estadio de los Tuzos del Pachuca y otra en la Fórmula Uno. En ambas la. Clase media y alta que asistió a esos eventos, gritaron al unísono y con mucha fortaleza “EL INE NO SE TOCA”… además le mentaron la madre al “presidente”, así en minúsculas y entre comillas.

Los mexicanos, en estas épocas festejamos a los muertos, les llevamos pan, fruta, comida, cervezas, bebidas alcohólicas y no alcohólicas que eran del gusto de los difuntos; ese sincretismo que ha durado desde la conquista de la Gran Tenochtitlán a la fecha nos conduce y hasta nos obliga en algunas casos a poner un altar y recordar a quienes se nos han adelantado en el camino.

Pero, como en todo, no queremos que los vivos se vayan al ultra mundo -bueno, no todos hay algunos que se pasan de vivos y que ya deberían haberse ido, por lo menos a la chingada- y no solo hablamos de seres humanos, sino también de instituciones, por eso los mexicanos gritamos ese fin de semana “EL INE NO SE TOCA”.

Si como parece, el INE fenece a manos del tirano, los mexicanos no vamos a festejar su muerte, sino al contrario, la vamos a padecer porque es la única esperanza de democracia que nos queda y por tanto debemos defenderlo con uñas y dientes, dado que se trata del futuro de las nuevas generaciones.

Les recomiendo una película que seguramente va a ser muy controversial en los días por venir, se llama Bardo de nuestro excelso productor y director de cine, el galardonado Alejandro González Iñárritu. Bardo es una palabra que se utiliza para describir a un poeta heroico o lírico de cualquier época o país.

Estoy seguro que es una película que no se va a ganar ningún premio y menos en México porque es una radiografía de los mexicanos, más o menos como “El laberinto de la Soledad” del preclaro Octavio Paz, pero desde la perspectiva de un cineasta mexicano exitoso en los Estados Unidos.

Iñárritu trata varios problemas de nuestro México antiguo y actual, desde la Conquista, la tiranía, la migración, el narcotráfico, las desapariciones forzadas, el absolutismo, las televisoras y su influencia política, la historia de mentiras, todo desde la perspectiva de Silverio Gama, un periodista exitoso en Estados Unidos, algo así como un Andrés Oppenheimer mexicano.

Comienza la trama con un migrante que vuela sobre el desierto y le sigue un parto de un niño que decide no nacer “porque todo está de la chingada” y vuelve al vientre materno. Alejandro González Iñarritu, en una mezcla de ficción e ironía, nos hace entrar a su propio sentimiento porque la película, pareciera, es la historia del puro sentimiento de un migrante que triunfó, es decir, su propia historia.

Por eso ve a México desde la barrera y no dentro del ruedo. Por eso es capaz de vislumbrar, que, desde la masa, desde el lumpenproletariado por instrucciones del tirano, una transnacional pueda comprar una parte del territorio de México, porque el líder consulta al pueblo para vender… ¿exagerado?, conociendo al peje, no.

Alejandro le amontona los muertos al Gobierno -y no al de peje sino a todos- en la Plancha del Zócalo capitalino y en el Centro Histórico les pone rostro a los desaparecidos, trata con cierta crueldad a los jilgueros del gobierno desde la “TVcracia” y nos muestra con ácida ironía, nuestro rancio nacionalismo.

Nos dice, desde la óptica del migrante con poder, que él también es “americano”, que América es todo el continente y no solo pasando el Río Bravo. Critica con brutal conciencia al migrante mexicano al que se le olvidó el español y, por tanto, se avergüenza de sus raíces e incluso humilla a sus compatriotas cuando llegan a Estados Unidos.

También nos explica que podemos defender a México cuando lo critican extranjeros, como si fuésemos perros rabiosos, pero también podemos ser los seres humanos más críticos de nuestras propias realidades.

De ahí que apelemos a ese rancio nacionalismo para defender el INE, por eso la clase media y alta, no solo en los estadios y los eventos de gran convocatoria como la Fórmula Uno, sino en los espacios de las masas como las redes sociales, en las calles, en los restaurantes, en los cines, estamos gritando a los cuatro vientos “EL INE NO SE TOCA”.

Porque el INE es garante de la democracia y ésta, de nuestras libertades. No se trata de una institución solamente, se trata de nuestra forma de vivir y de convivir, se trata del futuro, de nuestra libertad de pensar, de expresar, de discernir, de disentir, de transitar.

México y no hablo del territorio sino de los que nacimos aquí, necesita al INE y lo necesita autónomo, fuerte, imparcial, con capacidad económica y organizativa, con patriotismo a prueba de dinero o de juicios; por eso señor “presidente”, así en minúsculas y entre comillas, EL INE NO SE TOCA”.

Porque si en algo no estoy de acuerdo con Iñárritu es que México no es un país, sino un “estado mental”.

@leyvaguilar

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